Fracaso de la justicia
Freddy Sánchez jueves 20, Oct 2016Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Tras el asesinato de un juez federal, presuntamente a manos de sicarios del crimen organizado (sin haberse descartado una autoría política o institucional), muchas voces demandaron seguridad para los impartidores de la justicia.
El reclamo provino de los más altos círculos del poder y de la sociedad civil. Es imperativo y urgente salvaguardar la vida de quienes están a cargo de resolver en materia judicial, respecto a presuntas conductas ilícitas de personajes siniestros de la delincuencia, sujetos a proceso penal o a investigación policiaca.
Desamparar a los impartidores de justicia y a los encargados de perseguir delincuentes, equivale a dejar a merced de las mafias del delito el sistema nacional de justicia. Que de por sí, carece de una inviolable independencia, por el constante acecho de mafiosos cuyo lema ha sido “plata o plomo” para supeditar los criterios judiciales a sus intereses criminales.
De modo que ha llegado el momento de adoptar nuevas acciones legislativas e institucionales que efectivamente garanticen la protección para los responsables institucionales de impartir y procurar justicia.
Huelga decir en ese aspecto, que el anonimato de los que judicialmente deban actuar contra el crimen organizado, parece una medida indispensable tomando en cuenta la alta capacidad corruptora y de intimidación que caracteriza a los principales integrantes de los grupos delictivos.
De ahí, que ocultar la identidad de los jueces e investigadores policiacos, cuyas funciones tienen que ver con la persecución de mafias delictivas, es la mejor manera de proteger su integridad física para ponerlos a salvo de intentos por corromperlos o matarlos cuando se niegan a acatar las consignas de delincuentes.
Baste señalar que cuando un mafioso (acostumbrado a comprarse impunidad bajo amenazas de muerte), conoce a quién dirigirse para lograr sus propósitos, obviamente, lo puede hacer sin mayor complicación.
Y tal circunstancia pone en un riego constante a los encargados de impartir y procurar justicia, dándose el caso, como es de suponer, que no pocos prefieran llenarse la bolsa de billetes que el cuerpo de balazos.
Aquello que dijera un empresario chino naturalizado mexicano (extraditado a México para que responda por sus delitos), en relación a que los policías suelen decir a los delincuentes, “copelas o cuello”, ocurre exactamente a la inversa cuando los mafiosos quieren imponer su influencia sobre los representantes de la ley.
Así las cosas, es preciso reconocer que en tanto los delincuentes puedan someter a su voluntad a los impartidores y procuradores de justicia, el crimen organizado continuará operando con un alto índice de impunidad.
Ya es tiempo entonces de que la inercia proclive a favor del delito se termine para siempre en nuestro país.
Dicho de otro modo: para que la procuración e impartición de la justicia se aplique de manera pronta y expedita, sin posibilidad alguna de encubrir o proteger a las mafias del delito, es menester evitar a toda costa que en el territorio nacional siga imperando toda forma de intimidación y corrupción de autoridades.
Sólo así se podrá cambiar la historia de tantísimas décadas de tráfico y más tráfico de drogas, además de secuestros y extorsiones, asesinatos y persistentes actos de corrupción, que en resumidas cuentas se traduce en el gran fracaso de la justicia.